Damagogia
POR JUAN CARLOS LEMUS
Pocas acciones públicas son tan despreciables como la demagogia. Es más obscena de lo que se piensa, es un insulto lanzado contra los destinatarios. En primer lugar, porque el demagogo subestima al otro, a quien considera incapaz de analizar su discurso verbal o práctico. Lo cree un tonto. Segundo, porque el demagogo es un terrorista de los principios que dan confianza a una nación. Veamos, por ejemplo, ¿quién es Otto Pérez? ¿El mismo que cerró su campaña en Huehuetenango a finales del 2011, que gritó:
“¡Queremos a Huehuetenango en paz, sin violencia, con seguridad!”? —Véalo en YouTube— ¿O el que tiene a Barillas bajo estado de Sitio? Asegura que hay por ahí extranjeros interesados en desestabilizar al país. Dice cosas que jamás comprobará, lo sabemos. ¿Por qué habría de creérsele, entonces, a una persona que falsifica la realidad y que por siempre repetirá“tenemos pruebas”?
Cuando visitó familias pobres de Quetzaltenango, montó a caballo —cuidándose bien de ser rodeado por las cámaras y por sus guardaespaldas—, cargó troncos, dijo haber cenado frijoles con chile. Un mes antes anduvo en silla de ruedas. Un disparate, una ofensa contra la dignidad de quienes verdaderamente tienen que utilizarla. Y Roxana Baldetti, ¿quién es? Veamos. Es “la primera vicepresidente en la historia del país”, pero, ¿basta con que sea mujer? ¿No tendría que poseer, adicionalmente, las cualidades de una estratega, sabiduría y transparencia? No las tiene y por el contrario, obstaculiza funciones ministeriales como hizo en Salud, cuando tuvo que renunciar Arredondo. Es también la que se enjuga una poética lágrima luego de visitar a una familia de Sumpango; la que vendió tamalitos de chipilín, dice —también cuidada por gente armada—; la que hace poco hizo como que manejaba un tractor. La que tiene un Twiter donde divulga sus hazañas. Es la misma que se gastó miles de quetzales en la compra de guaro y lociones para los gobernantes de Centroamérica. “Licores y perfumes”, decimos, para que no suene tan burdo lo que es burdo. Es la Baldetti que gritó, durante su campaña en Huehuetenango, que ya tenía “un gobierno” amigo, sin decir cuál, pero que le daría “un millón 500 mil sacos de fertilizante para los campesinos” si ganaba las elecciones. ¿En dónde está ese gobierno? ¿No es cierto que se gastaron millones en la compra y otros para resguardarla? ¿Y no es cierto que una empresa de su secretario privado recibirá casi Q2 millones por limpiar canchas? ¿En dónde están los extranjeros invasores que quieren desestabilizar al país?Aun cuando su demagogia es tan ofensiva que serían dignos de ser medidos con la misma fuerza y vara, con simple uso de razón diré que no dan señales de tener las capacidades intelectuales de rigor para gobernar. Es ese un grave problema, porque es como poner una piocha en las manos de un modisto, pero lo más delicado es que ya dan indicios de corrupción y desorden.
En la historia de nuestro país ha habido líderes de toda clase: inteligentes, vampiros, zorros, estrategas, burros, sabios, criminales, déspotas y humanistas. Pérez y Baldetti —quieran o no— ya van encontrando su propio estatus.
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